Recuerdo que cuando era niño mi mayor ilusión sobre la Navidad, como muchos, eran los regalos. Un mes antes con mi hermana escribíamos nuestra carta a Papá Noel y especulábamos qué recibiríamos. Nos imaginábamos y sentíamos jugando ya con los regalos que habíamos pedido y seguramente obtendríamos porque nos habíamos “portado bien y sacado buenas notas”.
Recuerdo también que próximos a las doce, se escuchaban por todos lados el ruido de los cohetes, arrancadores, silbadores y demás. Después del abrazo de las doce me parece aún sentir en mi pecho la emoción de subir a nuestros cuartos a ver qué nos había dejado Papá Noel sobre la cama. Tengo aún la sensación del miedo de imaginar, ¿y si me lo encuentro cara a cara? ¿qué le voy a decir?. Por eso mi papá subía adelante y mi hermana y yo íbamos de tras como protegiéndonos por cualquier eventualidad, mientras los cohetes y las luces iluminaban todo el cielo.
Una vez que llegábamos hasta nuestros cuartos grande era la sorpresa corroborar que Papá Noel, nos había traído lo que queríamos. Nos abrazábamos, bajábamos a cenar y a compartir con la familia. Estábamos todos felices.
No recuerdo bien cuando, pero un día me dijeron o descubrí que ese señor de barba blanca era solo una ilusión en la cual yo creía y que mis padres con mucho cariño se habían esmerado en sembrar en mí.
Hoy sentado aquí en mi escritorio recuerdo esos momentos. Pero también se me vienen a mi mente una pregunta, ¿cuántas creencias más mis padres habrán sembrado en mí?.... Y no solo creencias, si no tal vez sus miedos y dudas que me han transmitido sin querer con el mayor de los cariños, tan solo para que yo crezca y sea feliz. “Cuidado hijo, la gente puede hacer mucho daño” “Cuidado hijo, la vida es dura” “Cuidado hijo, el dinero no es fácil”, etc.
A veces vamos por la vida creyendo o teniendo la seguridad que tal o cual cosa es así y así debe ser, sin saber quizá que es una creencia que nuestros padres nos dijeron o que aprendimos de ellos. A muchos, esas creencias nos limitaron y no nos dejaron salir adelante.
Hoy puedo decir gracias mamá, gracias papá por inculcarme y transmitirme sus creencias y valores pero hoy también puedo elijo tener mis propias experiencias para tomar mis propias decisiones.
Un fuerte abrazo y felices fiestas!
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